miércoles, 28 de noviembre de 2012

En los tiempos de María Antonieta

Finalmente llega el día en el que vio que a pesar de ser mi mundo, nunca estaba realmente en él. Estaba ausente, el sentir de su piel y el calor de sus labios. Notó como la deseaba más que nunca pero el día pasaba y solo se quedaba en deseos, en nada más incierto que lo desconocido.
Siempre había algo más, mi amor nunca vería como amanecería en mis ojos al día siguiente y se rompería entre mis letras al pronunciar su nombre, que se habría ido cuando dejará de llover pero las nubes grises la seguirían llamando hasta caer la noche. Para luego escondida entre mis sábanas exacabarla en mi memoria y tocar su nombre, ofreciéndole todo de mi, sin saber que parte de ella tocaría, sentir el suelo a mis pies nuevamente, mi primer pensamiento para ella cada mañana era lo que me despertaba, cuan hermoso amanecer para los amantes. Pienso que en otra época hubiéramos sido felices entre escapes fugaces al bosque y un besuqueo inocente en los vestidores mientras le ajustaba el corsét. Aunque la obligaran a casarse con aquél Duque y más nunca la volviera a ver. Entre los recuerdos prodigiosos que le traía el perfume de cada uno de sus vestidos, y mis días de antaño hurgando en ellos. Estaba segura que ella sabía.