Anoche me pinté las uñas en el cincuentenario piso 1, me comí una manzana y recordé cuando solía almorzar y tirarme toda la tarde allí a ver a los chicos pasar, chicas en mi caso, con las muchachas.
Lo que se pierde no se puede reemplazar por lo menos en mi caso ambas eran muy distintas pero elegí lo que me hacía más feliz en ese momento. Sin hipocresías, ni mentiras, siendo yo misma, sin sentirme juzgada ni criticada por tener una novia un tanto diferente, ni sentirme en una constante competencia por ser la mejor, muchas veces aplaudiendo mis logros y celebrando mis derrotas en silencio. Pero no entendía, si era lo mejor, entonces por qué me sentía tan triste. Supongo que las extrañaba, que extrañaba lo que solíamos ser en esos días en el Cincuentenario piso 1.