miércoles, 23 de enero de 2013

Circunstancias.

Se derrumbó el mundo pero sus colores siguen intactos, lejanos pero resplandecientes. Es una atracción a la que no me atreveré a seguirle el juego, el coqueteo te molesta. Pero si hay cierto encanto y la raíz es el torbellino que desencadenó tu ira. Me confundo entre espejos distorsionados, sin oír tus voces, y las mías hacen ecos que acaban por ser agujeros en mi cabeza. Malditos agujeros. Lo mejor de nuestras tristezas es que aprendemos  a conocernos mejor, nos conocemos tanto que nos llegamos a odiar, o aborrecer al ser inservibles en nuestro propósito, como la pasta atorada en las tripas de una bulímica, una serpiente sin veneno enrollada en el cuerpo de una suicida, o una cortada sin sangre para los que desean con todo su ser adueñarse del dolor. Los rodeos de mi mente se mezclan con las trampas del destino. 
Y recuerdo, en esa necesidad de sentirte cerca. El primer beso siempre tiene algo de misterio de euforia  y hasta de rendición.  Las apariencias se hacen atractivas y suculentas como la manzana de la discordia. Y es un desafío aprender a sentir en soledad, a extrañarte y buscar cualquier excusa para escribirte a sabiendas de que el próximo objetivo en mi vida no es ni lúbrico ni relativo a la dopamina, no es algo que desee en un segundo para luego olvidar en el próximo. Lo que se extraña en soledad son los hombros mientras duermes, los abrazos desprevenida, y una caricia, un susurro de mis labios para tu oreja en la oscuridad. 
No me pidas perderle el rastro a tu aliento a vino y a cigarro, a tu entrepierna caliente y a tu obsesiva docilidad. Eso de llevar a la gente en tu corazón es la excusa más conformista. ¿Ya no serás la dueña de mis gemidos? ¿donde estarás? ya no te siento, ya no te veo, ni siquiera podré husmear en tu presente. Serás sencillamente una memoria, que podre maniobrar entre mis dedos, siempre a favor de tu belleza.  Y cuando mi consciencia se pose en tu rostro, y me pregunté por ti. ¿Donde estarás?. Y cuando mi consciencia se posó en tu rostro, y me pregunté por ti. ¿Donde estás? volteé y allí estabas, te sonreí por qué había olvidado sonreírte con amor en muchos días. Si te confundo entre lineas es por qué así me siento, no sé si hablar en futuro o en pasado, y mi presente es un torbellino de emociones, y todas tienen tu nombre. 
Saber que cada paso que des para estar bien será uno que te aleje de mí. La paz nunca tuvo mi nombre ni mi forma. Que te diga que estoy "bien" cuando soy un montón de piezas sin sentido, sin un motor que me haga funcionar. Y nos aislamos a tal punto que aceptamos la disociación como forma de vida, como una barrera para enfrentarnos, pero el golpe contra el muro sigue siendo palpable. Y así cualquier contacto afectivo terminará siendo un milagro, una excepción.  Yo prefiero las anomalías, los cortocircuitos y los votos de amor en silencio. Yo prefiero mirarte a los ojos antes de mandar todo esto al carajo.


No hay justificación  más que el masoquismo para el dolor que me causan tus lágrimas. Y agua turbia soy, pero mi agua es pura, y de allí vienen tantos libros de auto ayuda y toda esa basura de quererte a ti para querer a los demás, y esa pregunta típica en las infidelidades pero aplicable en cualquier situación de la vida ¿como puedes lastimar a alguien que amas tanto? ¿eso es lo mucho que dices amarla? la verdad envenenada no debería de ser nunca una verdad para el amor. La fantasía de tu compañía y la tragedia de tu partida son cosas que podré obviar al simplemente ignorar que no te quedaste. Por ahora, Indiferencia te doy permiso. Y como dijo Charle Baudelaire: "(...) la indiferencia primitiva, que vale más que el odio, consecuencia necesaria del engaño y la desilución."