domingo, 17 de febrero de 2013

Un cuento por la mañana.

Mi mente por las mañanas apenas consciente de que estoy estoy viva, con el sol molestándome la retina a través de algunos mechones de mi cabello y avisándome que es de día, estiro los brazos formando un triángulo y los pies acostumbrándome a mi cuerpo y pienso en ella, así me llegas cada mañana, y en ese momento siento un calambre en mi pantorrilla, el típico y fastidioso calambre que me da cuando estoy boca arriba y estiro los pies hacia abajo hasta tocar la cama de puntillas, un mal hábito que me quedo desde que estaba en ballet y mis pies trabajaban hasta descansando para lograr hacer el releve .Me quedo pensando en ti y me volteo para evitar el calambre, el cual se torna peor al mover mi cuerpo, siento agujetas en mi pierna y justo en el momento que me vuelto boca abajo caen como dardos en mi cabeza destellos fugaces de su rostro enojado alejándose de mi mientras yo bailaba sola, de su rostro arrebatándome los sentidos a milímetros de mi boca, de sus labios sobre los míos encendiendo mi entrepierna, de mi tomando un taxi, y de ella en Caracas con alguien más. La sangre me hierve en las venas y e dolor de cabeza me da los buenos días, el calambre en mi pierna desaparece junto a mis ganas de quedarme tendida con ella robándome los pensamientos. 
Tomo el celular lo reviso y entre tantas letras y mensajes por leer entiendo que me ama, había amanecido extrañándome ese día, me quería ver, me decía que me amaba más que a ella misma, que me amaba tanto tanto que sentí el peso de su verdad, no había desayunado nada y mi cuerpo estaba flotando sobre mis sentimientos, le correspondí su verdad diciéndole la mía, lo recuerdo y mientras echo el cuento se acumula una marea de alegría salvaje queriendo salir de mis ojos.