domingo, 17 de marzo de 2013

Nuestro primer beso.


(...) Tenía el corazón en la garganta, recosté mi cabeza del asiento y ella también. Su nariz estaba a centímetros de la mía. Sabía lo que venía, nos fuimos acercando poco a poco, ella acercaba su rostro al mismo tiempo que yo, hasta que mi boca se encontró con la de ella. Cuando sentí sus labios accionándose contra los míos me desesperé, ella jalaba de mis labios y yo le metía mi lengua. Sentí que se me iba la vida besándola, mi cuerpo por dentro ardía en llamas. Ella me tomó de la cintura y para mi felicidad mi blusa se me había subido por detrás y pude sentir sus dedos quemándome la piel. La deseaba, ella me deseaba. Mi cuerpo ardía y mis labios me dolían de lo fuerte que me besaba.
-          Tienes la boca muy pequeña y no te puedo besar bien – Yo sonreí y la besé con ternura.
-          Tu hueles a perico - Le dije con suavidad
-          ¿Qué?
-          Que hueles a perico
En ese momento se alejó de mí y me asusté, la tomé del brazo y le pregunté que por qué olía así, ella me preguntó como yo sabía que olía así y yo le expliqué qué tenía amigos que también andaban por el mundo.
Se quedó callada por un rato y temí haberlo arruinado todo.
-          Me siento muy avergonzada
-          No te sientas avergonzada, ¿no pasa nada ok?
-          No me siento orgullosa de esto, de verdad perdón.
-          Está bien – Y así lo sentía, en ese momento solo quería acariciarla – No eres ni la primera ni la última, ¿Pero por qué lo haces? la nariz se te va a poner horrible.
-          Lo sé, lo sé, yo lo voy a dejar. Yo lo voy a dejar es solo que se me presentó esta vez, no te imaginas, me han pasado muchas cosas. En parte por eso también me alejé de Mérida. – Me quedé callada viéndola, no la iba a dejar sola, si ella quería dejarlo yo estaría allí para ella. Me sentí estúpida ante ese pensamiento, obviamente no la dejaría sola, ella me dejaría a mí. No creo que necesitara a una recién llegada a su vida como apoyo personal.
-          Está bien, y le besé la nariz – Ella sonrió ante mi gesto de cariño.
Mi teléfono blackberry se descargó y continuamos acostadas de frente, yo acariciaba su mano y jugaba con sus dedos, me dijo que tenía las manos muy suaves, acaricié y caminé con mis dedos sobré los suyos por un largo rato hasta que ella se quedó dormida y recostó su cabeza sobre mi regazo, saqué la cobija que llevaba en la bolsa y la abrigué. Pude acariciarle el cabello, mis dedos se enredaron por detrás de su oreja y dibujaron con suavidad los  bordes de su rostro. Se veía tan frágil, tenía tantas ganas de protegerla y quedarme para siempre junto a ella (...)