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Quiero que seas solo mía – Me susurró al oído
con deseo. No sabía que decir, yo no quería ser de nadie más. No lo sentía así.
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Ummm – Murmuré tomándole la mano y besándosela.
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¿Abrazame si? Tengo frío – exclamé con los
dientes chocando entre ellos. Introdujo su mano por adentro de mi ropa y me
abrazó con fuerza por la cintura. Tenía
que irme pronto de ese lugar. Ella se estaba volviendo muy posesiva conmigo,
terminaría siendo su juguete. Juguete del destino, un juguete con dueña nueva.
Ya era de noche y me encontraba en la avenida 2 del centro
de la ciudad. Subí la mirada al bus que tenía al lado de mi mientras caminaba
por la cera. Me detuve en seco. Era ella. Llevaba una blusa beige con bordes
blancos, solo le veía los hombros, su cabello recogido en un moño la hacía ver
tan bella, su piel es tan hermosa, su cabello, su postura. No podía seguir
avanzando, o me vería. Tal vez debería de caminar delante del bus como si nada,
que ella vea lo linda que yo soy igual. Llevo el vestido con el que nos hicimos
novia, strapless azul y rosas rojas, no es una novedad, y mi cabello es un
desastre. Ella en cambio, se ve tan hermosa y tan fresca que me duele sin saber
muy bien por que.
En ese momento el semáforo cambió. Mi mirada encantada
pesaba probablemente toneladas de admiración por que Paola volteó hacía atrás y
me vio por la ventana trasera del bus. “!Por Dios me vio!” Me quede congelada,
putrefacta. El bus giró a la derecha y se perdió por el viaducto pero yo no me
moví. Me había visto, mi mirada se cruzo con la de ella. Me quede observando la
esquina de la avenida que le daba inicio al viaducto. “!tal vez ella podría…!”
Y allí estaba. Después de tres minutos que me parecieron eternos ella estaba
parada a media cuadra de mí. Quise
caminar hacia ella de inmediato, después de todo si estaba allí parada era por
que me quería hablar, verme al menos, no lo sé.
Mientras estiraba mis pies hacia adelante la gente pasaba rápidamente,
pasaban tan rápido que apenas podía ver sus caras borrosas. Manchas negras no
me dejaban avanzar hacía ella. Apenas podía ver una parte de su hombro
izquierdo, la gente no me dejaba avanzar. Intente gritar su nombre, pero no
podía emitir ningún sonido.
Me desperté.
La sala de la residencia tenía las luces apagadas y la
cocina también. Todos dormían. Caminé hacia el cuarto de Naomi. Toqué la puerta
y ella me abrió al instante. ¡Sorpresa! – Me gritó con emoción. Un globo enorme
con el número 17 flotaba desde una cesta que tenía un peluche enorme y de
aspecto chiflón, de esos conejos pelanas que tienen la lengua afuera y las
orejas largas. Era grande y el detalle era dulce. ¿era nuestro aniversario? Me
sentí miserable. Un descontrolado deseo de querer tirarme a llorar se apoderó
de mi. Era tan cruel, ella no me merecía, yo no la quería tanto. Me dejé caer
en ambas rodillas apenas entré al cuarto. Naomi con una enorme sonrisa me jaló
de la mano, gateé hasta caer sentada en la cama.
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Esta era la sorpresa que te tenía preparada. ¡Ya
un mes! – Exclamó con timidez
-
“¿un
mes?¿no eran 17?”- Que linda eres mi niña, gracias – Dije con fingida
dulzura. Todo aquello se me hacía tan incómodo.
-
ya vengo, voy a comer ¿vale? – dije saliendo del
cuarto sin mayor explicación.
Encendí la luz de la sala y encima de la mesa
había una hamburguesa envuelta. Naomi había ido a comprarme la cena… Tome el
cuchillo y piqué un pedazo pequeño. Envolví el resto y lo guarde en una bolsa y
entré al cuarto de Naomi de nuevo.
-
¿Qué
tienes? – Me preguntó con tono de corstenación mientras me comía la
hamburguesa en silencio.
-
Nada –
Me limité a decir evitándole la mirada. Ella se inclinó para besarme los
labios. Mis labios estaban demasiado desabridos para acoger el vacío en ese
momento. Le rechacé el beso sutilmente dejando que me besara en algún punto
entre la mejilla y el cuello.
-
¿Qué tienes?
-
Nada – Mentí.
Tenía de todo, quería llamar a Paola y contarle mi sueño, decirle que la amaba,
que la amaba tanto. ¿Por qué aquello no podía ser real? Tan solo una acción de
su parte que me demostrara que ella también me extrañaba…
-
¿Me
prestas tu teléfono? El mío no tiene segundos – Confesé bajando la mirada
-
¿la vas a
llamar a ella verdad? – Preguntó con rabia. Me extendió el teléfono. Lo
cogí y sali del cuarto para hablar en privado.
Marqué el número de Paola, 8742855 salieron
de mi mente sin tener que buscar más que las ordenes que emitía mi cerebro para
marcar los números. Paola atendió de inmediato, habíamos hablado hace horas por
mensajes pero al parecer aún quería hablar por que me había cogido la llamada.
Yo caminé rápido para responderle cuando entrara a mi habitación. Estaba tan
mareada, no sabía por que estaba tan mareada, me sostuve de las paredes para no
caerme hasta entrar a mi cuarto y cerrar la puerta. La luz de la lámpara estaba
encendida.
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¿Alo?
-
Hola, hola
– Me susurró con tono risueño. ¿Estaba llorando?
-
Hola
Paola, sabes que soñé contigo, soné que…
-
Solo dame unas semanas, unas semanas y me
olvidaré de ti – Me dijo a tono suplica mientras lloraba.
-
No mi amor, no quiero que te olvides de mi –
Admití desesperada, mis ojos se llenaron de lágrimas. Apenas podía hablar.
Estaba muy mareada.
-
Tú me dijiste que ya tienes novia y vives con
ella, solo dame unas semanas – Me interrumpió llorando. En un intento
desesperado por no caerme jalé la cortina y se me vino el tubo que la sostenía
encima. Sentía que me iba a derrumbar en cualquier momento. Apenas podía hablar
estaba tan débil.
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No, eso no
es así, déjame explicarte – Logré decirle lentamente mientras intentaba que
el oxigeno llegara a mi cabeza para no desmayarme. En ese momento Naomi tocó la
puerta. Estaba muy enojada. Estaba enojada por que llamaba a Paola, por que era
la peor persona yo.
-
¡Dame
mi teléfono gritó! – Se iba a abalanzar sobre mi apenas abriera la puerta.
Intenté gritar el nombre de Paola, no quería dejar de hablar, tenía que
explicarle, tenía que saber que me iba a desmayar que estaba mal, que me harían
daño. Intenté gritar pero nada salio de mis labios. Naomi entró al cuarto y me
giró con gran brusquedad, me arrancó el teléfono de la oreja.
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PAOLA
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PAOLA! – Grité
en voz alta. Naomi sacó su mano de mi ropa íntima al instante, la tenía
reposando como un caimán que duerme a la orilla del rio. Me sentí tan triste.
Ella no me quería, no quería explicaciones, no quería volver. Había renunciado
a mi como renuncias a las cosas que se te hacen demasiado inalcanzables para la
modestia que lo valen. Quise llamarla pero no había ninguna razón, ya no habían
más razones. Había estado mareada en el
sueño porque me había quedado dormida sin poder respirar bien. Me limpié las
lágrimas, finalmente habían sido dos sueños en los que irradiaba algo de
sentimientos hacia mí. Eso era todo. Encendí mi laptop, y escribí.