Las hojas cambian de colores... comenzamos, terminamos y terminamos y terminamos de nuevo.
sábado, 8 de marzo de 2014
2:09 am
El cuento se vuelve aburrido cuando se repite hasta el cansancio. El receptor se agota de oír las mismas palabras, así estén ordenadas de otra forma sencillamente es lo mismo. Para mí este cuento es una experiencia añejándose y tomando otro sabor. Jamas me podria aburrir de escribirte hasta que haya contado todos tus cabellos y hablado de cada uno de ellos. Estiro la mano para tocar tu rostro y solo encuentro el pasado. Pasado repetido sin presente activo. Ahora el presente de esta historia es inmaterial, tan abstracto como la imaginación que te extraña. Una muerte tiene esa magia, se condimenta por quién padece esa falta. A medida que pasa el tiempo la vida cambia, las perspectivas cambian, la retrospectiva es engañosa, asi suspendida te inhalo y exhalo. En esta parte de la historia estás vivo en suspiros, monólogos de conductora solitaria, soñadora embelezada, que nunca ocurriran mas que en tu mente. Canciones que traicionan y despiertan. El dolor está ahí vivo, nunca deja de doler sólo cambia su manera de actuar, su frecuencia es impredecible así la falta sea obvia. El tiempo hace lo suyo, correr sin ningún sentido. No es cierto aquello que el tiempo cura las heridas, las heridas que tienen que sanar lo hacen porque así está dispuesto. Que ya no llore tu partida cada noche no significa que pueda irme a la cama sin pensar en ti, o mejor dicho sin no pensarte que es el ritual que aprendi con el tiempo. El bloqueo de los detonantes de cualquier tormenta. Mientras tanto, tampoco todas las heridas son iguales hay algunas que no sanan, hay heridas que están ahí abiertas toda la vida, sólo que podemos vestirnos y abrigarnos sin dejarlas al descubierto. Y despues de todo cada herida es maravillosa por que detras de ella hay una historia impregnada de nosotros. Esas son las llagas que componen un cuento demasiado aburrido, porque siempre están y estaran. Sobrevivi a tu piel, pero aqui estoy, naufragando, escribiendo. Ya no contribuyo a la causa de mares de lágrimas extraordinarias, cesaron los gritos, los golpes de pecho, ya no hay clugar para los si hubiera, ya no hay nada. Nada. Y aun asi me siento mas afortunada que cualquiera, en especial esas que siempre juzgaron mi forma de sentir. Nunca hubo una herida tan hermosa y atemorizante a la vez. Brilla cada noche con la luna y se vuelve mi plata en mi pecho. Sólo duele en el fondo de un recuerdo hundido en el presente.
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