Tuve una pesadilla, desperté a tiempo para no sufrir más, ya con la desdicha de saber mis temores, fue horrible, ni siquiera en sueños estaba a salvo, nunca jamás lo estaría. Ella misma se encargaba de atar mis manos y dejarme indefensa, siendo espectadora de mi propia vida, su vida mirando cómplice a su gran amor por medio de una televisión, yo la odiaba, y al despertar vi cuanto la amaba, y el odio se convertía en dolor al despertar en manos de la realidad.