viernes, 1 de febrero de 2013

10 minutos en silencio.


Me encantaba hacer sentir especial a una persona que se estaba sintiendo miserable al frente de mi, era adorable ver como comenzaban a sonreír, en especial por qué creía fielmente que esa persona no veía lo que realmente era, no hay belleza más grande que la de unos párpados cerrados. Ahora, hacer sentir miserable a alguien que se esta sintiendo digno de adoración, nunca me gustó, pero también lo hacía muy bien,  no es mi estilo jugar en caída libre, no soy buena imaginando algo que no puedo sentir, pero viendo, ya es otro tema, justo como en los sueños. A veces tenía sueños recurrentes en los que volaba o caía, o flotaba hacía el frente rápidamente como yendo en un tren, dejando que nada me tocará mientras todo me tocaba, y así pensaba en ti, e imaginaba que me tocabas, pero nunca lograba sentir nada, de repente esa sensación me causaba vértigos y quería parar, era como una pesadilla, trataba de despertar, pero en el exacto momento en el que decidía suspenderme y caer, sabía que me costaría despertar y desprenderme de aquella sensación.  El amor atrevido y el sueño insensato, como quien esconde un pájaro muerto a un niño que cruza el parque, y levanta su falda al mismo tiempo para hacerle ver que no lleva bragas, perturbadora la imagen, eso es por qué tu eres el niño. A veces quisiera saber a qué juega ella. Respirando la convivencia del mediodía, que en silencio se confunde con los hábitos que tenemos en las noches, me acerco a ti, el dominio de suaves sábanas y escucho tu llanto, o tu molesto silencio, ese que no es silencio, que dice muchas cosas mientras callas y tus pensamientos se van con el humo del cigarro. ¿Alguna vez volveré a estar completamente en silencio? dichosos aquellos que olvidan el sonido de su voz.